Hacía lo menos dos años desde que Sergi y yo hablamos por primera vez de comprarnos una bicicleta. Aquel verano nos dio fuerte, miramos las tiendas cercanas, comparamos modelos, surcábamos la red a diario en busca de la oferta perfecta, pero al final…nada. La bici tendría que esperar a un momento más propicio. Después de aquel verano apenas habremos tocamos el tema un par de veces, pero en nuestro fuero interno seguía el anhelo de tener una bicicleta y recorrer con ella los pasajes que tenemos a nuestro alrededor. Nuestras novias, dos peazo soles, lo sabían, e intercedieron en nuestro favor con sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. El caso es que el día seis de enero de 2013 nuestras monturas estaban bajo el árbol navideño y, claro, había que estrenarlas
Carlos, Sergi y un servidor nos calzamos nuestras ropas de biciclistas improvisados y nos fuimos a dar una vueltecita: la ruta inicial consistía en salir desde Can Barata, cruzar la montaña hasta Terrassa, atravesar la ciudad vecina hasta Rellinars y una vez ahí comenzar una ascensión que nos llevaría a un restaurante encima de una colina dónde descansar del esfuerzo con una buena ración de carne a la brasa y un par de cervecitas.


sería, a la postre, la primera de algunas de las cuentas pendientes que a día de hoy quedan por resolver pero como primer contacto con nuestras monturas fue suficiente: nos dejó satisfechos, pero con ganas de más bici, más montaña y más brasa
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