Con ganas de escribir

A pasado casi una semana y no hay en este site mas que algunas referencias cruzadas a los cumpleaños celebrados el pasado sábado. Dos de nuestros colegas se convirtieron en protagonistas de la cena: Marta Castañé, contenta como unas castañuelas, celebraba sus diecinueve añitos y “casi” un mes, es lo que tiene haber nacido el mismo día en que su majestades de oriente recorren el globo con sus camellos cargados de ilusiones; y el Jona, que unos días antes había alcanzado el cuarto de siglo, demostrando que él envejece, pero no crece. ¡Siempre te quedará el consuelo de la “L”!, aunque la ley de la proporción siempre jugará en tu contra.

La cena tuvo lugar en el sótano de un afamado restaurante con nombre de gremio de transportistas. Cuando yo llegué, los comensales casi habían acabado, ¡gracias por esperar! De modo que me apresuré en dar buena cuenta del pincho con fatatas, e intenté hacer lo mismo con la jarra de sangría que permanecía en la mesa, pero un solo sorbo me disuadió por completo de tal empresa, así que cambié mi bebida y cedí mi parte de zumo de uva y güisqui barato a María, Estel y Melani, que demostraron que tras la segunda copa, el paladar deja de funcionar correctamente.

Sin tiempo para la digestión llegó el momento más emocionante de la cena: los regalos. Emoción para el cumpleañero, que espera que sus colegas se hayan comportado y el regalo no sea más que un llavero; y emoción también para los que hacen el regalo, que analizan el más mínimo detalle fisiológico en el rostro para averiguar si el regalo en cuestión alcanza en provocar el grado de satisfacción que habían previsto. Nuestra amiga Marta tendrá ocasión de estrenar un bonito modelito, y con un poco de suerte recuperar los pendientes que le sustrajo su cuñada. El chiquitín tendrá que esperar más tiempo para usar por primera vez su chupa de motero. Si no puedes esperar y necesitas estrenarla como sea, puedes pedirle a Dani Pedrosa que te deje dar una vuelta, siempre que a Repsol no le parezca mal. Y si esto falla, tengo entendido que en la zapatería del centro del pueblo hay una honda CBR que por veinte céntimos se mueve adelante y atrás.

Al fin, conseguimos comernos el pastel, mientras el collage de la María, pendón, María iba rulando de mano en mano cual porro de Marihuana en un concierto de ACDC. Tanto se alargo la cena, que los amables camareros no quisieron servirnos café, se ve que era más importante para ellos irse a casa a dormir que impedirnos el sueño prematuro a nosotros. De modo que nos alzamos de nuestros lugares, sacamos nuestras chequeras, pagamos nuestra parte de la cuenta, y nos fuimos a la calle a discutir dónde, cómo, por qué, a dónde vamos, de dónde venimos, ¿hay algo más allá del drinkking? ¿malalts de festa quizá? Una vez decidido el lugar para nuestra ingesta masiva de alcohol, quedaba el problema del transporte que derivó en un durísimo problema matemático: si hay dos coches de 5 plazas cada uno, y somos un total de diez personas, ¿cuántas personas caben en cada coche? No hace falta que respondáis ahora, podéis tomaros vuestro tiempo.

De los coches a la estación de Sant Joan, de ésta a la de Sabadell, y desde aquí un agradable paseito hasta la zona hermética. Al final del recorrido encontramos nuestro destino ¿a lo mejor por eso era el final del recorrido? Una vez más tomamos una decisión acertada y compartida: acertada, porque la verdad que la noche estuvo muy bien, con muchos detalles que quedarán grabados en la memoria de los asistentes como la mixta que María, pendón, Maria, realizó sobre el juego ofensivo de Miguel Angel, pero esto lo retomaremos más adelante; y compartida, decía, porque la idea fue bastante generalizada, de hecho, ese local estaba literalmente lleno, parecía que toda la peña de la zona hermética se hubiera dado cita en el rincón del fondo de la sala, tras haberse pasado media hora en la cola del guardarropía para al final tener que cargar con las chaquetas de todas formas.

Volvamos ahora a esos detalles que nos deparó la noche. He mencionado antes, la mixta de María, ya sabéis la coña que sigue… sobre Miguel Angel. Ahora lo explicaré más detenidamente. Resulta que en algún momento de irracionalidad Miguel le pidió a María, pendón, Maria, que no le dejara fumar. Ésta anoto con fuego esta petición en su mente de tal manera que la sucesión de birras y chupitos no consiguieron que incumpliera su cometido, ya podría estar ella bailando, descansando o en la barra esperando a que Isa camarera le pusiera otra deliciosa cerveza holandesa que siempre tenía un ojito apuntando directamente a nuestro por fin diplomado con carrera. Se ve que esto de confiar en Maria (lo mismo) estaba de moda, ya que Estel, esa chiquilla que comparte nuestras vidas desde hace un par de semanas, le hizo una petición similar: “no me dejes beber más, Maria”. Ahora María, pendón, maría, tenía un problema doble, y no me refiero al de la bebida, ella sola tenía que marcar a dos personas. No obstante le fue bien, hasta que los dos implicados decidieron formar una alianza: el primero suministraba alcohol a la segunda y ésta le proporcionaba tabaco a aquel. El tabaco de Miguel no tuvo efectos secundarios inmediatos, pero el alcohol de estraperlo que ingirió Estel si los tuvo, aunque no todos fueron nocivos. El primer síntoma fue el de volverse loca bailando, riéndose de casi todo. Se notaba que la fiesta le sentaba bien, pero la fiesta se acabó. Rondaba la quinta hora de la mañana cuando salimos del local y nos quedaba por delante el trayecto hasta la estación. Durante el paseo confidencias, risas, bromas y muchas ganas de mear que algunos/as desahogaron. Ya en el recinto de la estación apareció lo previsible. Cuando el cuerpo no soporta tanto alcohol lo expulsa, pero el cuerpo es caprichoso y lo expulsa cuando quiere: pudo expulsarlo en cualquier árbol o esquina del camino, pero el destino quiso que la papa se colara en los ferrocatas.
Hay gente a la que le gusta decidir y otra a la que le gusta deliberar. A juzgar por lo que nos cuesta tomar una decisión nosotros pertenecemos más bien al segundo grupo. A las seis de la mañana de un día de enero, hace mucho frío en la calle, pero eso no impidió que debatiéramos durante un largo rato sobre si dormir en el terreno, sobre qué pasajeros van conmigo y quienes contigo, que si yo voy a tal sitio, que si YO NO VOY, QUE NO VOYYYYYYYYYY.
En cualquier caso, más tarde o más temprano, encontramos nuestro destino: el catre. Hubo quién necesitó ayuda para encontrarlo, pero todos conciliamos el sueño de forma rápida y plácida, síntoma inequívoco de que la noche no tuvo desperdicio.

A ver que nos depara el carnval este fin de semana...

AGUR